El Club de la Serpiente |
Esquel - La trochitaEsquel, un lugar lleno de historia, con tradiciones de huincas y de wentrus. Al pensar en Esquel, es inevitable, inundan nuestra mente muchas imágenes galesas, sus costumbres, sus cantos a cuatro voces, sus tortas, Trevelin que significa tierra de molinos. En cambio pocas sobre foiye, el árbol canelo sagrado para los mapuches, Nguillatum, celebración anual en la cual ofrecen sacrificio al dios Futachao los hombres de la tierra. Aun seguimos conquistándolos, en un principio sus tierras, su alma con la evangelización, y ahora su derecho a ser recordados respetados como nuestras raíces. En los años que visite este lugar La Trochita aun cubría su recorrido de 400 Km hasta Ing. Jacobacci, con tramos sinuosos, laderas cortadas a pico y pala, maillines y puentes como el del arroyo Chico con sus cien metros de largo, atravesando la dura geografía precordillerana de Chubut y Río Negro. El frío se dejaba ver a través de una helada lluvia espesa en esa noche en la estación Esquel, solo se podía escuchar la respiración de la locomotora, quien lo hacia en forma pausada y profunda como si fuera un ejercicio de concentración para afrontar el desafío. Pequeños conos de luz iluminaban el anden de madera, la campana de bronce al costado de una puerta que mostraba orgullosa un cartel de " Jefe de Estación ", y un pizarrón donde a tiza se escribían los horarios de llegada y arribo. El jefe de estación, quien tambien era el boletero, el receptor de encomiendas y el compañero ideal para esperar la hora de partida, no recuerdo su nombre, pero si tengo presente su respuesta sonriente "- No!!, esta lindo- " a mis comentarios "- frío, no?- " . Hacia veinte años que trabajaba en ferrocarriles, había estado en el descarrilamiento del 67, en ese entonces se desempeñaba como guarda, se emocionaba hablando de su trochita, de los 4000 litros de agua que consume en su viaje, los 60 Km/Hs que puede llegar a desarrollar y de sus 40 años de historia de viajes que aun no han terminado, debido a que posee el mejor combustible, el sueño de los hombres a quien pertenece. Sus relatos que con gran entusiasmo compartía, eran interrumpidos a ratos por quienes serian mis compañeros de viaje, que al arribar a la estación, previo saludo cordial a quien tambien fuera el representante protocolar, nuestro jefe de estación, abordaban el tren buscando ubicación cerca de la salamandra a leña que se encontraba en el centro del coche. Espere el ultimo momento para subir al tren, entretenido viendo los detalles de la estación, sus puertas de madera con vidrio repartido que hacían juego con las pequeñas ventanas de paños fijos de la sala de espera y la contigua boletería. La campana, con prestancia, esperaba cumplir con su primera consigna del día, dar los toques de salida a las 2:30 hs. de la mañana, para después descansar merecidamente hasta anunciar el arribo del mediodía del día siguiente. "- Se piensa quedar joven?-" nuestro jefe de estación con voz simpática me invitaba a subir al tren que esta noche como tantas otras se disponía a unir los parajes de Patagonia. Una vez dentro del coche sin ejercer una elección selectiva me senté en uno de los asientos, que estaban construidos por tablillas de madera fijadas en forma transversal sobre dos piezas, tambien de madera, en sus extremos quienes guiaban a las tablillas en el dibujo del que conocería en las próximas horas las mil y una posiciones que puede adoptar el ser humano al sentarse. La locomotora cambio su respiración, paralelamente a las exhalaciones bruscas, el tren comenzaba a desplazarse por los rieles, a través de las ventanillas guillotinas se veía pasar a la estación quien llevara en el anden a nuestro jefe agitando un pañuelo verde en una de sus manos.
En un momento, solo se veía un paisaje negro azulado distorsionado por las gotas de lluvia adheridas al cristal, no era una buena distracción mirar el paisaje así que opte como el resto del pasaje por dormir, aprovechando las horas de oscuridad. Por un movimiento brusco abrí los ojos, por un momento me sentí en otro tiempo, como viendo una fotografía del pasado, un "-Buen día-" logro que tomara conciencia, mientras me despertaba podía ver a unos asientos mas adelante a un matrimonio, quienes luego se presentarían como la familia Morales, viajaban hasta El Maiten, donde residían, venían del festejo de los 80 años de Don Pablo Morales, estuvieron de curanto, fieles a su tradición degustaron esta comida festiva de Patagonia. El saludo venia de los asientos de enfrente, allí estaba Nahuel Lil, un muchacho de mi edad, quien ostentara el nombre de un valiente cacique protagonista de leyendas, un mapuche de pura raza. Regresaba de un taller practico en El Parque Nacional Los Alerces, estudiaba turismo en la facultad de Bariloche. Por cuestión de practicidad no le convenía este viaje ya que en Jacobacci debía volver hacia atrás con el tren de Bariloche, pero esa deriva le permitía estar en contacto con sus maillines, verdaderos oasis patagonicos, sentir la presencia de los pillan en los cerros (almas de los muertos que residen en las montañas), estos espíritus pueden ser benefactores o maléficos. Se emocionaba contándome historias y costumbres de su pueblo, poseía la mejor de las dotes, el mostrar inmodestamente sus raíces, cuando los cerros lo permitían se podía ver en el Este, (Puel según Nahuel Lil) al sol mostrando su brillo y ardor, que a pesar de ser Mayo se imponía a las bajas temperaturas. La Trochita seguía su camino, guiados por la locomotora, los tres coches con plena confianza se dejaban llevar en esta lucha por vencer al paso del tiempo, juntamente con aquellos hombres que con ingenio elaboran piezas en los talleres de El Maiten que ya no se consiguen y con personas que comprenden que el valor histórico es tan o mas importante que otros valores.
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